miércoles, 1 de julio de 2009

paseo por la salobreña costera


Hola de nuevo. No, no es que me haya ido a pasear (que ganas no me faltan , eh!)

Pues nada que ya estamos en julio y nuestras playas, las de 'Al sur de Granada', es decir el sur de nuestra provincia, se llenan de veraneantes, locales o más forasteros que todos cuentan. Si alguien se anima, entre vuelta y vuelta sobre la arena de la playa, puede descubrir sitios tan interesantes como éste. Hace unos meses que me di un garbeo por la zona. Os la recomiendo, las vistas insuperables y la tranquilidad a apenas unos metros de la muchedumbre. Si os apetece podéis leer esta crónica que, todo hay que decirlo, ha sido publicada por el periódico IDEAL de Granada.

Ya iré compartiendo más sitios e historias que espero os gusten y os animen a comentar y difundir. Saludos





La Ruta del Mediterráneo (Salobreña)

Hoy llegamos al municipio de Salobreña para recorrer parte de su litoral. Nos espera un agradable paseo por la llamada senda del Mediterráneo que, por acantilados y veredas, enlaza la Villa y Almuñécar. Esta vez, no obstante, sólo haremos la mitad del recorrido porque queremos deleitarnos largamente con el sabor marinero de La Caleta, con imágenes de pescadores, de retorcidos algarrobos o estupendas vistas del castillo árabe, con la lujuria tropical de buganvillas y mimosas o envidiables casitas colgadas al mar.

La Caleta de Salobreña parece esconderse para ofrecer al visitante atento una dulce mezcla de sabor marinero y rural; agua y campo juntos en una ruta alrededor de este blanco pueblo

Al filo del mar

Una de monte, otra de mar. O las dos cosas juntas, ¿por qué no? Que la Costa Tropical nos ofrece de todo y hoy queremos hacer muchas cosas a la vez: andar un rato, respirar y tomar el sol viendo el inmenso Mediterráneo, encontrar huellas del pasado, descubrir alguna calita escondida, saborear la gastronomía de la comarca... ¡Rumbo pues a Salobreña! Y es que, no en vano, la Villa, además de una apasionante historia y un paisaje espectacular, es un municipio que aprovecha sabiamente sus recursos turísticos y ofrece todo tipo de visitas. Y si nos acercamos a la oficina de turismo –o navegamos por http://www.ayto-salobrena.org-/ podremos constatarlo haciéndonos con alguna de sus interesantes publicaciones, como la ‘Guía botánica de Salobreña’ o la ‘Guía de rutas y senderos’ para elegir el plan del día: la senda mediterránea.

Este paseo a pie, acertada propuesta al alcance de cualquiera, comienza tierra adentro ya que demarra enfrente del Parque de la Fuente, que también merece nuestra atención. Allí un panel nos indica el itinerario fácil que, pasando a los pies del castillo, recorre en dirección oeste el camino del Gambullón y atraviesa la vega de Salobreña, con sus parcelas tradicionales entre cañas. Pero con ser ésta una buena opción para llegar hasta el anejo de La Caleta –es ideal si nos desplazamos en bicicleta- nosotros preferimos bajar hasta la misma playa del Peñón y andar por el litoral. Aparcando aquí el coche podremos hacer un recorrido de unos seis kilómetros de ida y vuelta hasta el ‘Best Western Hotel Salobreña’ –www.hotelsalobrena.com- que nos ocupará media mañana paseando, en primer lugar, por la tranquila playa de La Guardia, familiar en verano y, sobre todo, serena al atardecer. Con las altivas cañaveras y la omnipresente alcazaba mora de telón de fondo, mil y una vez retratada.

Apenas pasamos junto al muro costero de la azucarera del Guadalfeo -si el temporal lo permite, claro está- que arribamos a La Caleta, todo un mundo que se esconde de las miradas que viajan en coche 100 metros más arriba, por la Nacional 340. Que basta decidirse un día y tomar el desvío que pone ‘La Caleta’ para entrar en este pueblo blanco, costero, como los de antes a pesar del tópico. Y descubrir entonces un laberinto de callejas empinadas, de escaleras y pendientes en donde las casas tradicionales, de techos planos y terrazos rojos, se mezclan con otras más modernas. Con antiguos miradores y viejos cobertizos de puertas de madera que hablan a las claras de su tradición marinera. Y es que transitamos por la calle Boliche, Pescadores o Real, o bien nos dejamos seducir por el pasadizo de la calle Figares antes de llegar a pie de mar, junto al pequeño embarcadero.


Aquí nuestra ruta se hace más marítima si cabe y bordea literalmente unos acantilados en donde milagrosamente enraíza la amarilla estrella de mar –asteriscus maritimus- o penden de una roca viejas pitas. Raro será a partir de ahora, en el deambular por esta senda, que no nos topemos con alguna estampa curiosa: un congrio que ha picado el anzuelo; un rebaño de cabras camino del corral entre olas de espuma; submarinistas revisando sus equipos; una pareja solazando en algún pequeño prado; ‘guiris’ –siempre hay guiris muy amables- que caminan en ambos sentidos del camino...

La vereda, una vez pasado el Caletón, minúscula playita de chinos, no tiene pérdida y va señalada con líneas rojas y blancas –muy importante seguirlas- puesto que se trata de una ruta inventariada como GR-92 que resulta muy transitada por excursionistas y, a veces, ciclistas. Antigua vía romana que unía Malaka con Cartago en la que los enormes y retorcidos algarrobos parecen ser testigos del paso del tiempo. Amos de un lugar –son apenas 400 metros encajonados en un barranco verde- con una vegetación típica del Mediterráneo: bolinas, aulagas, vinagreras, romero, cantueso, palmitos, el amenazado arto...

Luego el camino se vuelve pista y, al introducirse en la urbanización Pargo, es incluso una calle asfaltada entre casas, chalés y villas de todo tipo y precio pero con un denominador común: la tranquilidad y las vistas. ¿Quién pudiera pasar siquiera un fin de semana en semejante atalaya? De nuevo el sol y la vegetación nos acompañan y mimosas, buganvillas, jazmines, pinos y eucaliptos jalonan este paseo que en varios tramos deja ver acantilados estupendos para la pesca. O nos ofrece un puñado de ovejas pastando en el precipicio, junto a la piscifactoría. Y nos permite saludarnos con otros caminantes. Así poco a poco ya hasta el Hotel Salobreña, nuestro destino del día amén de término municipal, iremos descubriendo este trocito de litoral tan maravilloso que, afortunadamente, nos guarda aún una sorpresa: ¡el camino de vuelta!





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